Dónde acaba el olvido y empieza el perdón? Dónde acaba el recuerdo y empieza el rencor?
Hay una cosa de esta lengua que nunca me ha gustado, y es que es muy distinto querer (voler), que querer (estimar), y confundir estos conceptos homónimos pero opuestos nunca puede traer nada bueno.
Y qué pasa con las sirenas que no saben cantar? Qué será de ellas? Qué les queda cuando no sirven para su función primaria? Que les queda cuando son incapaces de conseguir su objetivo natural?
La vida ya es de por si como una absurda obra de teatro, no hace falta dramatizar cada hecho como si fuera el último, joder.
[Tomaros esto como... un (muy breve) conjunto de desahogos esporádicos sin sentido coherente objetivo, pero sí subjetivamente sentimentales; no sé si muy prácticos, pero necesarios de vez en cuando...]
dimarts, 14 d’abril del 2009
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